Dejó muy claro el premio Nobel de Literatura que el periodismo siempre fue su principal pasión, la más perdurable y por la que quiso ser recordado.
por Carmen Naranjo
Para Gabriel García Márquez, el periodismo era el mejor oficio del mundo y siempre se proclamó periodista antes que escritor, dos trabajos entre los que mantuvo siempre una tensión narrativa que muestra una antología de 50 de sus artículos en los que se observa cómo las “costuras de la realidad” se estiran.
“Gabriel García Márquez. El escándalo del siglo” es el título de este volumen publicado por Literatura Random House, que, a través de la selección realizada por el editor Cristóbal Pera, recorre la trayectoria periodística del premio Nobel de Literatura colombiano desde sus inicios, cuando tenía 20 años, hasta sus últimos artículos de prensa como autor ya consagrado.
Cuarenta años de escritura periodística se resumen en esta selección de textos que García Márquez (1927-2014) publicó en periódicos y revistas entre 1950 y 1987, con el objeto de acercar a los lectores de la ficción de uno de los autores más influyentes de la literatura universal el trabajo que realizó en prensa.
En estos textos hay, asegura el editor, “una voz reconocible, la formación de esa voz narrativa a través de su trabajo periodístico”. Crónicas en las que “aparece latente esa tensión narrativa entre periodismo y literatura, donde las costuras de la realidad se estiran por el incontenible impulso narrativo” de este autor para el que el periodismo era el mejor oficio del mundo.
Pero, al mismo tiempo, indica Pera, García Márquez escribía su obra de ficción empleando los recursos de su profesión de periodista, como él mismo sostenía: “Soy periodista, fundamentalmente. Toda la vida he sido un periodista. Mis libros son libros de periodista, aunque se vea poco”.
El volumen cuenta con un prólogo del también periodista y escritor estadounidense Lee Anderson, que describe a García Márquez como “un escritor de pluma amena en sus orígenes, bromista y desenfadado, cuyo periodismo es poco distinguible de su ficción”.
A principios de los años cincuenta intentó ganarse la vida escribiendo artículos para El Heraldo de Barranquilla, pero fue en 1954 cuando regresó a Bogotá para trabajar en El Espectador, periódico que le había publicado sus primeros cuentos, donde se dedicó al reportaje como enviado especial, aunque también demostró “cómo es posible construir una noticia de la nada”, señala Anderson.
Enviado a Europa como corresponsal itinerante de El Espectador, escribió una serie de crónicas de todo lo que le parecía digno de interés, desde una cumbre política en Ginebra, supuestas trifulcas de actrices o la niebla de Londres, así como la serie que da título al libro. Textos agudos cargados de ironía con una prosa fresca, indica el prologuista.
A su vuelta a América a finales de 1957, trabajó en una revista en Caracas y como “freelance” para otras publicaciones, época de la que el volumen recoge “Caracas sin agua” o “Solo doce horas para salvarlo”, una muestra del emergente estilo periodístico de García Márquez, en el que se unen narración, la reconstrucción minuciosa de los hechos y un tono de suspense.
Viajó a Cuba tras el derrocamiento de Batista y comenzó una relación con la Revolución cubana que duró toda su vida. “No se me ocurre ningún título” es una de las crónicas de esa época que recoge esta selección.
Con el espectacular éxito de “Cien años de soledad” comenzó la estabilidad económica y el reconocimiento internacional para García Márquez, pero no abandonó su trabajo de periodista, con un enfoque cada vez más políticamente comprometido, recuerda Anderson.
En la década de los setenta comenzó una época de periodismo militante con artículos que escribía en la revista Alternativa. Antes de que empezaran sus problemas de salud, en 1996, publicó “Noticia de un secuestro”, uno de sus escasos trabajos periodísticos conocidos internacionalmente.
Gabo ofreció a Anderson dar clase en la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, en la que han aprendido miles de periodistas, que hacen que sea “una genialidad singular que un autor emblemático del ‘boom’ de la ficción latinoamericana tenga como uno de sus legados más palpables ser padrino de un nuevo ‘boom’ latinoamericano, el de la crónica”.
EFE.